miércoles, 29 de octubre de 2014

EL COMIENZO DEL CAFÉ EN EL QUINDÍO

Fuente: http://www.calarca.net/

El café empezó a ser cultivado desde antes de 1850 por gentes de escasos recursos en Santander y Cundinamarca; era la época del apogeo de la quina, del añil y del tabaco que conformaron una economía de exportación. Más tarde, Antioquia recibe el café y lo incorpora entre sus cultivos de mayor preponderancia, aunque hasta 1913 los dos principales departamentos productores fueron, precisamente, Santander y Cundinamarca (88).

Sin embargo, hay una referencia que nos parece más sugestiva: no existe una completa confirmación documental de ella, pero, en 1882, Leonidas Scarpeta presentó un memorial al consejo de Salento solicitando su ayuda para iniciar unos cultivos de café. En consecuencia, parece ser que los primeros colonos llegados al Quindío conocieron por lo menos datos importantes del cultivo que habría de ser el fundamento económico de aquella región que comenzaba su vida histórica.

De esta fecha en adelante, el cultivo se acomoda a las vertientes de los territorios antioqueños y comienza así una importante transformación de la economía nacional, El Cuadro anexo # 1, ofrece un esquema socio-económico y político de este período.

Como se deriva de las cifras anteriores, hacia 1870-1873, Colombia produce unos 120 mil sacos de café trillado de 62 kilos, de los cuales exportaba por lo menos 100 mil: un 70 por ciento por la vía de Maracaibo. A fines del siglo, ya el 40 por ciento de las exportaciones colombianas fueron cafeteras. Este fue el período de despegue (Cfr.: Palacios, op. cit., pp. 70 y 237).

Estimamos que, a partir de 1912, los calarqueños entran, ya no parcialmente sino del todo, en la era del café; antes habían plantado un poco de maíz, caña, algo de tabaco y otros cultivos marginales de subsistencia. Pero la llegada del nuevo arbusto es una perspectiva favorable no sólo por la facilidad con que podía sembrarse y cosecharse, sino por el acceso a las vías de mercado que comunicaban a esta población con el norte del Tolima y con el Valle.
Por su parte, la evolución demográfica del Quindío presenta datos significativos que inciden sobre el avance de la economía cafetera (89).

En 1886, en el memorial de solicitud de concesión de tierras que dirigieron al Ministerio de Hacienda, los calarqueños dice tener una población aproximada de 500 personas en el caserío que se estaba fundando, En 1912 se censan 6.486 habitantes calarqueños, más o menos la misma población de Armenia; la tercera en población es Filandia (4.471 en 1912) y a esta le siguen Circasia (2.891), Montenegro (2.048) y Salento (1.904). Según este mismo dato, la población de las ciudades del Quindío en 1912 es de 24.451 habitantes.
Estas cifras cambian radicalmente a partir de 1918 hasta 1951 (y 1964), así: entre 1912-18 los habitantes de Calarcá y Armenia se duplican a una elevada tasa de crecimiento, aunque más notoria en el caso de Calarcá que supera en unos dos mil habitantes a la segunda en 1918. Esta época fue un período especialmente característico en el cultivo del tabaco y por la apertura de una vía más accesible hacia el Tolima: el desarrollo de Calarcá se marca por la preponderancia de esta vía, pues así se liquida del todo el carácter cerrado de su economía. La región entra en la fase de una economía expansiva y monocultivista con miras a la exportación; Caldas, por su parte, ha comenzado a convertirse en el mayor exportador de café.

De 1918 en adelante el crecimiento demográfico de Calarcá es menos espectacular; pero el de Armenia, (en especial, a partir de 1927 cuando comenzaron los trabajos del ferrocarril a Manizales) es sorprendente y rápido, como que esta ciudad quindiana se constituye en el centro de una red vial a Cali por Zarzal, aunque se comunica con la capital del departamento y con Pereira por una vía apenas transitable. Contrasta este aumento poblacional con el decrecimiento de Filandia en pocos años (1918-1930).

En sólo veinte años (1910-1930) Caldas se convierte en el primer productor de café del país, desplazando a Antioquia. Por su parte, Pereira era, en 1913, el segundo centro cafetero después de Manizales; pero muy pronto la llamada «colonización pobre» del Quindío desbordaría a la producción pereirana.

Después de Antioquia (con 42.944 Has.) Caldas era el departamento donde más se cultivaba el café (90). Sólo en 1923, Caldas exportó 442.451 sacos de café por un valor de $4'239.984, mucho más que el presupuesto de 1925; también exportó 50.014 cueros de res por $126 mil; 4.648 libras de oro por $831.680 y 336.000 sombreros de paja por 585.000 pesos (91).
Estas cifras, comparadas con el aumento paulatino de la población caldense y quindiana, muestran la creciente importancia que para esos habitantes iba teniendo el cultivo del café y lo que este representaba en la economía nueva de las principales zonas productoras (92). En cifras de Monsalve puede observarse que Caldas ocupaba el segundo lugar en cuanto al total de cafeteros de anterior y de nueva producción (66.713.025 cafeteros), pero lleva en cambio un primer lugar en cuanto al número de hectáreas cultivadas en dicho año en 41 municipios productores (Caldas: 11.336 has; Antioquia: 8.923 has, en el mismo período).

También es Caldas la sección territorial que tiene un mayor número de despulpadoras para el beneficio (9.098 máquinas), casi una por cada plantación de café; y contaba con 65 trilladoras mientras en Cundinamarca se censaban 163 y en Santander del Sur 74 trilladoras.

El propio D. Monsalve (93) calculaba que los 351 millones de cafetos existentes en Colombia en 1923 costaban a 0,50 centavos-oro cada uno, lo que equivalía a un precio comercial de 175 millones de pesos oro «de capital exclusivamente colombiano». Esta misma operación reducida para Caldas, implicaba que sus cafetos valían en el mencionado año la suma de unos 33 millones de pesos oro.

Un resumen sobre la producción nacional de café, en el citado año de 1923, preparado sobre la base de las estadísticas de Diego Monsalve (94) que señalan hacia la historia antigua del café, aparece en el Epílogo.

El aumento de la población caldense, más la transformación de los transportes, intensifica la producción cafetera.

Hacia 1925, solamente la región del Quindío está produciendo ya el 15 por ciento del total de Caldas cuyas exportaciones cafeteras —que antes de 1910 no llegaban a 100 mil sacos— ascienden a 421 mil sacos en 1925, y en más de un millón de sacos hacia 1936 (como lo hemos visto, la población quindiana se dobla en el período de veinte años, de 1918 a 1938). El cuadro del Epílogo puede servir igualmente para una comparación sobre la realidad cafetera de Caldas y Quindío, cuadro que hemos elaborado con base en los datos de Monsalve.
Como puede observarse en dicho Cuadro el Quindío lleva una gran parte en cuanto al número de plantaciones cultivadas y de cafetos en producción, si se lo compara con la totalidad de Caldas.
Puede verse igualmente el intenso grado de tecnificación en el proceso de beneficio, como que en cada plantación quindiana se supone una despulpadora. En cambio las cifras correspondientes a trilladoras son equivocadas, pues cuentan 75 en el Quindío y 65 en Caldas y, lo que es peor, de las 74 trilladoras quindianas hay 65 localizadas en Salento; no hemos conseguido dar con la causa de este error, aunque suponemos que el autor, Monsalve, no revisó bien sus informaciones ni las fuentes sobre el particular.

También es de advertir, según las estadísticas de la época, que Calarcá es el mayor productor de café en el Quindío, pues le contabilizaron 3'673.300 cafetos de vieja y nueva producción; le sigue Armenia con 3'444.165, Quimbaya con 1'620.500 y Circasia con 1'511.010 árboles.

Sin embargo, mientras el número de plantaciones en Calarcá es de 1.054 y de 634 en Armenia, el número de árboles en esta última población es casi igual a los de Calarcá. Ello deja manifiesto que aquí existe una acentuada división de la propiedad, comparación que puede hacerse del mismo modo al observar las cifras de Quimbaya (256 plantaciones) y Circasia (454).

Todas las cifras anteriores sirven por lo menos para anticipar la siguiente hipótesis: la importancia creciente del cultivo del café en Caldas facilita al mismo tiempo una alta concentración demográfica orientada hacia las labores agrícolas y una subsiguiente especialización en el cultivo del café estimulada por el aumento en las exportaciones departamentales.

Por ejemplo:

  • la siembra de cafetos se incrementa en 10 millones en sólo cuatro años;
  • el precio interno por bulto se eleva de 11,05 a 22 pesos entre 1922 y 1925, es decir, se dobla en sólo tres años;
  • el crecimiento en el volumen del café de consumo es menor ——30.971 bultos de 70 kilos almendra entre 1922 y 1925, es decir, se dobla en solo tres años— y su precio interno se duplica en el mismo período al pasar de $17,38 a $33,83 en 1925 (lo cual apunta hacia el hecho de que no hubo ningún incremento sustancial en el consumo per cápita departamental en dicho período).
  • Finalmente se podría decir que la agricultura a base familiar constituye la parte principal del proceso caldense, acicateada por el alto coeficiente de natalidad que determina a la postre la presencia de menores en las labores agrícolas
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